Para conservar el decoro omitiremos las miles de maldiciones, garabatos, descripciones poco ortodoxas y demases que Vicente le dijo a: Transantiago, los automovilistas en general, Carabineros de Chile, Municipalidad de Providencia, Municipalidad de Santiago, Ministerio de obras públicas, Vialidad, el locutor de la radio, los peatones, Santiago, Alicia, las mujeres, la humanidad y, principalmente, a si mismo, por su falta de entendimiento o, mejor dicho, por su estupidez.
Gracias a las maravillas de la narrativa, podemos saltarnos la hora y media que pasó metido en aquella larga hilera de bocinazos e improperios (recorrido que normalmente se hace en unos quince minutos), pasar el accidente que produjo todo ese atasco y llegar directamente a cuando estacionó el auto en Lastarria. Bajó corriendo del automóvil, dio tres zancadas largas, volvió a cerrar la puerta y apretó el botón de la alarma, volvió de nuevo al auto, intentó abrir, sonó la alarma, apagó la alarma, sacó el abrigo y los documentos, cerró la puerta, puso la alarma, corrió a la esquina y, arreglándose frente a un escaparate, caminó hacia el café con paso rápido, pero despreocupado, una cosa es correr a un lado y otra muy distinta es mantener aquellas migajas de dignidad.
La campanilla de la puerta bailó alegremente mientras Vicente cruzaba el umbral, nuevamente se sintió invadido por aquel sabroso aroma a café recién hecho y recorriendo el local con la mirada la vio, sentada en una esquina con una ligera mueca de decepción en el rostro. "Estaba esperando a alguien" pensó, algo decepcionado y, haciendo caso omiso al mesero se dirigió a la mesa.
-Hola Alicia.-Dijo con voz firme, mientras por dentro le temblaba hasta el tuétano.
-¿Ah?-Contestó ella levantando la vista de un libro lleno de anotaciones en los bordes.- ¡Señor Gris! No te había reconocido.
-¿Cómo estás?-Preguntó Vicente después del beso en la mejilla de rigor.
-Bien, bien, gracias. ¿Y tu?-Contestó ella mientras miraba hacia fuera.
-Bien también, gracias.
-¿Qué haces por acá, Señor Gris?
-Vengo por un café, un moca.-Dijo Vicente un poco más alto, para que Ro, que estaba detrás de él, escuchase.-y...esperaba encontrarte.-Dijo mientras se sentaba.
-¿En serio?-Preguntó Alicia despegando la vista de la ventana y mirándolo con una curiosidad sarcástica.-¿Y eso por qué?
-Porque quería que supieras que ya entendí.-Replicó Vicente mientras Ro ponía el tazón de mocaccino en la mesa.
-¿Qué cosa?-Preguntó ella mirándolo esta vez sin sarcasmo en la mirada.
-Que mi vida es una real mierda.-Dijo Vicente, bebiendo con autentico placer su café.