domingo, 18 de julio de 2010

-¿Qué pasa Perrito?- Preguntó Camila.- Andas en otra.
-¿Ah?-Dijo Vicente.
-Que andas en otra.-Repitió Camila mirándolo molesta.- Siquiera me estás escuchando, para eso hubiese venido a comer sola.
-Perdona, es que estaba pensando...
-Si y los hombres no pueden hacer dos cosas a la vez.-Respondió sarcástica.
-Ya, en serio, disculpa, soy todo tuyo.-Dijo Vicente poniendo una mirada pícara.
-Jajaja, ok, ok, podríamos comer rapidito y ver si eso es cierto.
-Ohhh, que tentador.-Dijo Vicente.-¿Y por que mejor no nos saltamos el almuerzo?
-Mmmm, siempre y cuando a la vuelta me compres un sándwich.
-Hecho.

Salieron del hospital, caminaron rápidamente a aquella casa que llevaba aquella viejecita simpatica y que era tan sólo para conocedores. En ningún lugar había señales de que fuese un motel, era una casa como cualquier otra, el precio era algo alto para los estándares normales, pero el hecho de que el lugar era increíblemente discreto, limpio y por sobretodo era selectivo lo valía. El conocerlo se hacía solamente de boca en boca y aún así había que ir a un almuerzo previo para ver si a la Señora (no había apellido, tan solo "Señora") le parecías lo suficientemente decente como para visitar su "nido de amor" como a ella le gustaba llamarle y, la prueba de fuego, si le gustabas a sus gatos. Era un lugar extraño, casi deprimente, extrañamente no tenía ese olor a decadencia que se siente cuando vive una persona anciana sola con cinco gatos, sino que un agradable aroma a lavanda, pero si tenía la colección de fotografías antiguas, las figuritas de porcelana que llenaban cada espacio posible, los cuadros con paisajes típicos, de esos con la casita, el río y las montañas de fondo y mucho, mucho crochet, Vicente mismo tenía un par de manteles que le había regalado la Señora guardados en el closet de su apartamento. Pero valía la pena, no sólo por lo mencionado de la discreción, la limpieza y la selectividad, sino que porque tenía un cierto aire de familiaridad que hacía sentirse a la gente como en casa, aunque probablemente habría poca gente que quisiese tener una casa así. Vicente visitaba a la "Señora" constantemente, no siempre acompañado, sino que para conversar. Así supo que la "Señora" estuvo casada por treinta años, que tiene tres hijos que no la visitan nunca, que tiene una obsesión por el orden y la limpieza (le confesó que cada vez que viene alguien ella se pasaba dos horas limpiando la pieza después de que fuese usada) y que el lugar lo tenía, no para ganar dinero, tenía suficiente con su pensión, sino que porque le encantaba que la visitaran, el ver entrar gente más joven, conversar con ellos, ver el "amor en el aire". Ella sabía que probablemente era muy ilusa y que muchas de las parejas que venían lo hacía por cualquier cosa excepto amor, pero de todas maneras le gustaba.

-¿Cuando me vas a traer a la de verdad, Vicho?- Le preguntó una vez entre un té y galletitas.
-Pero si todas son de verdad, Señora.-Contestó él riendo.
-No seas tonto, sabes de lo que hablo.

Camila y Vicente la saludaron con un beso en la cara, la Señora les preguntó si querían tomar algo, ellos se negaron amablemente y subieron a la pieza. Comenzaron besándose con pasión, la ropa caía por el suelo, sus manos recorrieron sus cuerpos de forma desesperada y, por primera vez en su vida, Vicente no lograba excitarse. Nunca imaginó que le pasaría eso, pero simplemente no tenía ganas. Camila lo intentó en vano por largo rato y finalmente se dio por vencida. Él la abrazó y le dijo que no era su culpa, que en verdad no sabía que diablos le pasaba. Camila, sin decirle nada, entró al baño, se duchó, se seco el pelo mientras Vicente permanecía sentado en la cama y sin dirigirle la palabra salió de la habitación. Vicente, aún confundido, se lavó, se vistió y bajó las escaleras unos diez minutos después.

-¿Qué le hiciste, Vicho?-Preguntó la Señora con el ceño fruncido.
-Nada.-Contestó él.
-¿Y por eso se fue así?
-Si, porque no pude hacer nada.-Respondió Vicente, después de un breve silencio.
-Ahh...entiendo. ¿Por que no me vienes a ver cuando salgas y me cuentas que te pasa?
-Porque en verdad no sé lo que me pasa...
-Ven igual, te voy a hacer un pie de limón y un tecito.
-Bueno, saliendo de la pega me vengo para acá.-Dijo Vicente con una sonrisa desprovista completamente de felicidad,

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