lunes, 19 de julio de 2010

Vicente se despidió de la "Señora", salió de la casa y volvió con paso lento al hospital. Ahora si que no entendía nada, nunca le había pasado algo así. ¿Qué podría ser? Quizás ahora era un vil "cacho de paraguas", pero no lo creía, probablemente la preocupación por la conversación con Alicia, el hecho de que en cualquier momento podría encontrarse con una denuncia por negligencia, el hecho de que no PODÍA confiar en ella porque simplemente no la conocía...bueno, pensándolo bien no confiaba en casi todos sus amigos y a ellos si los conocía... En realidad pensaba que podía descartar el estrés ¿O sería que estaba pensando en ella? Bueno, en realidad si hubiese estado pensando en ella hubiese funcionado. ¡Que le estaba pasando! O quizás era Camila, nunca le había gustado mucho a pesar de esos grandes senos, su forma de besar a veces lo molestaba y su voz...diablos, su voz era simplemente insoportable, hacía pensar que estaba todo el día pensando en conejitos y flores. ¿Sería eso, sería que simplemente ella no le gustaba en absoluto y que sólo se acostaba con ella cuando no estaba ninguna de las otras dos disponible? No, no era eso, una cosa es que le molestasen ciertas cosas de Camila, otra muy distinta era que no lo excitara...

Vicente iba tan ensimismado en sus pensamientos que cuando se dio cuenta se había pasado del hospital por unas tres cuadras, siquiera se fijó al cruzar las calles y, sinceramente, fue un milagro obrado por quizás quien que no lo atropellaran. Miró el reloj y se dio cuenta de que iba tarde por lo menos quince minutos, corrió hasta un negocio, compró el sándwich que había prometido y volvió presuroso al hospital.

Después de marcar la hora de entrada se dirigió a su casillero, se puso su bata, revisó lo celulares y fue a la sala de enfermeras para hablar con Camila. Ella no estaba ahí y le costó unos buenos quince minutos de recorrer el hospital encontrarla.

-Cami...-Dijo Vicente.
-¿Qué quieres?-Respondió Camila bruscamente. Vicente notó sorprendido que tenía los ojos rojos.
-Discúlpame...en verdad no sé lo que me pasó...he andado algo preocupado...
-¡No seas imbecil!-Escupió Camila- ¡Sé lo de las otras! Claro, como no tengo ese culo perfecto de Pía o el pelo teñido de María! -Escupió Camila. Inconcientemente los ojos de Vicente bajaron hacia el escote de la mujer con el argumento a favor. Camila soltó un bufido. -¿Crees que soy estúpida?!
-Cami, no es lo que piensas...
-¡¿Qué no es lo que pienso, entonces qué quieres que piense si me voy a la cama contigo y no se te para!? Claro, ahora viene el no eres tu, soy yo. No, hueón, la cosa es simple, ya no te caliento. Se acabó.
-Pe...pero Cami, si en verdad no sé que me pasó...es la primera vez que me pasa.- Tartamudeó Vicente.
-Si, claro. ¿Y te ha pasado con la culona o con la pelo de zanahoria? Apuesto a que no.-Dijo Camila con los ojos llorosos.
-Mi Cielo...
-¡Respóndeme por la puta!-Exigió Camila en un tono un poco más alto.
-No.-Dijo Vicente dándose por vencido.
- Muy bien, Doctor Arriagada, no tenemos nada más de que hablar.-Dijó Camila amargamente, se dio la vuelta y comenzó a alejarse.

Este es otro de los momentos por los que pasa un hombre. Son los momentos en los que se puede decir algo increíblemente bello, hermoso o hasta incluso seductor lo que hará que la otra persona le perdone, le besé ahí mismo a vista y paciencia hasta del marido, le disculpe todos los agravios y hasta haga que se sienta hasta culpable por lo que ha dicho y/o hecho...o puede decir algo increíblemente estúpido, metafóricamente hablando: sin contentarse con haber pisado mierda, ir y saltar alegremente a la fosa séptica, embadurnarse en caca y hasta abrir la boca mientras se cae.

-Cami...-Dijó Vicente tomándola del hombro.
-¿Qué cresta quieres?
-Te traje tu sánwich.

El sonido de la cachetada resonó por todo el hospital o así lo hubiese hecho si la vida tuviese más sentido dramático. Sin decir nada más Camila se alejó por el pasillo, mientras Vicente, con la cara roja por el golpe, se sobaba lastimosamente.

-Ortiga, mijito, la ortiga siempre funciona.-Se escuchó la voz de una anciana seguida de una gran risotada.

Recién ahí Vicente se dio cuenta de que la última parte de la discusión había sido fuera de la sala de recreo, unos veinte abuelos lo miraban, algunos riendo abiertamente, otros sonriendo, todos comentando lo que había pasado. Un par de señoras de las damas de rojo lo miraban ruborizadas y otra enfermera de más edad llegaba a estar doblada riendo.

Vicente, sin decir nada, completamente rojo de vergüenza y rabia salió del lugar. Definitivamente este era el peor día de su vida. Nada, absolutamente nada podía empeorarlo. Su hombría había recibido una linda patada en los testículos, una de sus compañeras de cama probablemente no le hablaría más, mañana sería el hazmereír de todo el hospital, aún le preocupaba el hecho de que pudiesen denunciarlo por negligencia, no tenía idea de lo que significaba el"señor Gris" y no se podía sacar la idea de la cabeza de que todo esto era culpa de Alicia. En pocas palabras, Vicente veía como todo se desmoronaba y lo peor de todo es que no tenía idea del por qué.

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