-Bien, Lastarria. ¿Dónde queda ese famoso café?-Preguntó malhumorado.
-Por acá, ven, sígueme.
Avanzaron por entre la gente que, a pesar del frío, pululaba por las callecitas del barrio Lastarria, entraron a un pequeño callejón bastante escondido y entraron por una puerta de la que parecía tan sólo una casa más. Vicente quedó sorprendido, parecía que hubiese entrado a otro mundo, el lugar estaba decorado con gracia, se sentía un exquisito aroma a café en el aire y sonaba una suave música ambiental que no era hostigosa como la de los ascensores o de los supermercados, sino que le daba al lugar un toque de tranquilidad y seriedad que es difícil encontrar en los cafés de hoy en día.
-Hola Alis.
-Hola Ro.
-¿Lo mismo de siempre?
-Hola Ro.
-¿Lo mismo de siempre?
-Si.
-¿Y para tu acompañante?
-Igual.
Alicia avanzó con paso presuroso a una de las pocas mesas vacías, se sentó y esperó a que Vicente, aún algo anonadado por el lugar, dejase su abrigo en la silla y tomase asiento.
-Bien. ¿Te gusta, señor Arriagada? -Preguntó mientras clavaba esos ojos pardos en los de Vicente.
-Mucho, es increible...¿Qué me pediste?
-Un Moka y una medialuna con chocolate.
-¡Oh, genial!-Exclamó Vicente.
Esperaron en silencio mientras llegaba el pedido, Vicente comenzó a ponerse nervioso...bueno, más nervioso. No tenia idea que decir ni tampoco sabía por que lo había "raptado" la muchacha, imaginaba que era para hablar sobre su abuelo, pero no lograba pensar en nada para iniciar la conversación, los penetrantes ojos de la muchacha estaban clavados en él y eso no ayudaba en absolutamente nada. Después de largos minutos Alicia habló.
-Dime, señor Arriagada. ¿Cómo murió mi Tata?
-Ya se lo dije. Un paro respiratorio.-Contestó Vicente con un suspiro.
-Si, lo sé. Pero quiero saber detalles. ¿Eso duele mucho? ¿Podrían haberlo salvado?
-Si, duele, pero a tu abuelo se le suministraba tramadol...es un analgésico muy fuerte, además no había recobrado la conciencia en los últimos dos días, a pesar de que mostraba signos de recuperación...En verdad no puedo saber si le dolió, pero creo que no. Y haberlo salvado...difícil.
-Entiendo...¿Si se hubiese recuperado habría podido volver a tener una vida normal?
-No. Probablemente tendría que haber quedado en cama.
-Sabes, señor Arriagada, te confesaré algo. Me alegra que mi Tata haya muerto. Eso no era vida para él. Mi tía nunca lo entendió. Desde que murió mi Abuela lo único que quería mi Tata era seguir sus pasos.-Dijo Alicia.-Ella era la que no dejaba que él se fuera.
Vicente guardó silencio, no por cortesía, siquiera porque le importara realmente lo que le pasaba a la chica, guardo silencio porque no encontró palabras que decir en ese momento. Cuando alguien te dice algo así uno puede asentir, sonreír, hasta poner cara de tristeza, pero para hacer cualesquiera de esas cosas uno tiene que tener un mínimo de confianza, cosa que Vicente no tenía con Alicia.
-Alicia, note algo...-Dijo Vicente después de unos momentos en un intento desesperado de romper el hielo.-No me dices doctor como todo el mundo...
-¿Tienes un doctorado?-Interrumpió Alicia.
-Ehhh...no.- Respondió sintiendo como un frío cuchillo se hundía en el corazón de su orgullo.-Pero dime Vicente.-Dijo finalmente tragándose a duras penas las ganas de mandarla a la mierda, mal que mal, a pesar de todo, la chica era, si no linda, por lo menos muy atractiva y él no iba a dejar que una potencial presa escapara.
-Bien, Vicente. Mira, ahí viene nuestro café.
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