martes, 6 de julio de 2010

La muchacha volvió rápidamente al séquito, sin dejarle oportunidad de contestar a Vicente el cual, aunque atónito por la osadía de aquella bonita muchacha, no perdió la oportunidad de ver el bonito trasero que se alejaba, mal que mal el era Vicente Arriagada, una leyenda entre sus compañeros de juerga y las palabras de esa putita (aunque fuesen ciertas) no iban a impedir que por lo menos pudiese recrear la vista.

A Vicente no le preocuparon más de cinco minutos las palabras de Alicia, en realidad las olvidó a penas cruzó el umbral de la puerta, dio tres pasos y sintió el cariñoso agarrón que le dio Pía.

La tarde pasó tranquila, a ningún vejete se le ocurrió morirse y no llegó ningún otro a reemplazar al caído. Y así fueron pasando los días: hacer su ronda, volver a su casa, tomar una cerveza, ver alguna estupidez en la caja tonta mientras llega la comida a domicilio, un rato en algún chat, otro más respondiendo e-mails, una hora con la consola, luego otra cerveza, a la cama y dormir, despertar con la alarma, una mirada tras la cortina para hacerse una idea del clima, una ducha, una pequeña afeitada, un vaso de café (del de verdad, nada de esa mierda que hay en el hospital), una manzana, algo de ejercicio mañanero, unos minutos con la caja tonta, una revisión total de las cosas que debía llevar: llaves del departamento, llaves del auto, celular, el otro celular y el otro celular, agenda (una mirada rápida para no olvidar ninguna chic...reunión importante, un saludo al conserje, una parada corta a comprar algún diario, unos gritos de rabia a los conductores ineptos, estacionar, un pellizco a Pía o a cualquier otra que estuviese disponible y a comenzar la ronda. Luego volver a casa, tomar una cerveza, ver la caja tonta mientras llega la comida a domicilio, un rato... y así, día tras día, hasta el preciado viernes. Entonces la rutina cambiaba, bueno, seguía igual hasta la primera cerveza, llamadas pertinentes, ducha, ropa, llaves del departamento, llaves del auto, celular, el otro celular y el otro celular, condones en la billetera, un saludo al conserje, una parada corta a comprar pastillas de menta y cigarrillos y al pub...o a la disco...o al motel, dependiendo con quien se iba a juntar. Así son los días de Vicente, así han transcurrido los últimos tres años desde que salió de la facultad y encontró este trabajo, probablemente si leyese lo rutinaria que se ha vuelto su vida no lo creería...nadie jamás lo cree.

Hasta ese día...

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