El médico salió de la habitación preparándose para la llamada, esperaba que no fuese una vieja histérica como la última vez aunque aún esos eran preferibles a los que soltaban frases para el bronce, nunca entendió como podía haber gente que decía cosas como "es para mejor", "ya no está sufriendo" y, la peor de todas, "se fue porque dios lo quiso". Já, todo eso era tan sólo para darse algo de consuelo, la verdad es que el abuelo/a había muerto, ni su risa ni su voz se volverían a escuchar, los hijos llorarían, los nietos llorarían, un velorio con rezos, un ataúd, una tumba en algún parque, un epitafio bonito y luego el olvido. ¡Que mentira aquella de que uno sigue viviendo mientras tenga descendencia, si con algo de suerte él podía recordar el nombre de su bisabuela! La verdad era más cruda, uno nace, vive y, a menos que haga algo muy maravilloso o muy malvado, como descubrir la cura para el cáncer o matar a seis millones de judíos, simplemente pasa al olvido.
Vicente, que era su nombre, caminó por los pasillos del hospital, se acercó a la oficina, sacó algo de ese bodrio al que le llamaban café e hizo la famosa llamada.
-La señora Carla García, por favor...del hospital C...señora García, lamentablemente su padre falleció...si, no se preocupe, la espero...en verdad lo lamento... Hasta luego... no se preocupe.
No podía huir de ello, la mujer iba para allá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario