sábado, 3 de julio de 2010

Obertura

Partió con muerte, como todas las cosas, una fría tarde de mayo. El médico anotó la hora de la muerte y la enfermera cubrió su rostro con una sábana. No hubo tristeza en ninguno de los dos gestos, no hubo aflicción, un paciente menos, un viejo a la morgue, como tantos otros, como todos los días. Son cosas que pasan en un hospital geriátrico. Mal que mal el promedio de edad de los pacientes bordeaba los setenta y cinco años y en un lugar como ese el personal se insensibiliza, saben que no pueden encariñarse, saben que los viejos de esa edad se levantan con la muerte, comen con ella, a veces hasta juegan partidas de brisca buscando un par de años más. No, ellos vivieron su vida, tomaron decisiones, rieron, lloraron y al final llegaron acá, a morir en una bella habitación con cortinas floreadas, un televisor que nunca se ha prendido y una cama con olor a desinfectante.

El médico salió de la habitación preparándose para la llamada, esperaba que no fuese una vieja histérica como la última vez aunque aún esos eran preferibles a los que soltaban frases para el bronce, nunca entendió como podía haber gente que decía cosas como "es para mejor", "ya no está sufriendo" y, la peor de todas, "se fue porque dios lo quiso". Já, todo eso era tan sólo para darse algo de consuelo, la verdad es que el abuelo/a había muerto, ni su risa ni su voz se volverían a escuchar, los hijos llorarían, los nietos llorarían, un velorio con rezos, un ataúd, una tumba en algún parque, un epitafio bonito y luego el olvido. ¡Que mentira aquella de que uno sigue viviendo mientras tenga descendencia, si con algo de suerte él podía recordar el nombre de su bisabuela! La verdad era más cruda, uno nace, vive y, a menos que haga algo muy maravilloso o muy malvado, como descubrir la cura para el cáncer o matar a seis millones de judíos, simplemente pasa al olvido.

Vicente, que era su nombre, caminó por los pasillos del hospital, se acercó a la oficina, sacó algo de ese bodrio al que le llamaban café e hizo la famosa llamada.

-La señora Carla García, por favor...del hospital C...señora García, lamentablemente su padre falleció...si, no se preocupe, la espero...en verdad lo lamento... Hasta luego... no se preocupe.

No podía huir de ello, la mujer iba para allá.

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