Vicente pagó al mesero, Alicia quiso impedírselo, pero él se negó diciendo que ella le había pedido que la invitara. Se pusieron de pie, ella se despidió del llamado "Ro" con un beso en la cara y salieron. Fue una ¿cita? corta, no duró más allá de media hora, pero a Vicente le pareció toda una vida, había hecho algo que no hacía ni con sus mejores amig...bueno, con sus compañeros de salida, había contado algo que podría echar abajo toda su vida, se había puesto en evidencia y con la peor persona que hubiese podido elegir: un pariente cercano de la víctima. En general las personas aceptaban sin reparos lo que él decía, mal que mal era él el que había pasado todos esos años metidos en la universidad para sacar el cartón de médico así que eran las palabras de alguien, aunque no renombrado, si con más conocimiento que el que tenía la mayoría de los mortales. Lógicamente había veces en las que llegaba un vejete con un hijo médico o enfermero o...bueno, cualquier cosa relacionada con la salud, pero esas ocasiones eran bastante raras y en el hospital se tenía especial cuidado con esas personas. Hasta ahora. Ahora no era tan sólo él el que se encontraba en peligro (aunque sin lugar a dudas era lo que más le preocupaba) sino que también había puesto en riesgo el puesto de un par de compañeras. Todo por los ojos de esa muchacha. ¿Cómo lo había hecho? De un momento a otro, cuando ella le dijo esa simple palabra, ese simple "todo" sintió que en verdad podía confiar en ella, que era su deber decírselo, que no perdía nada al contarle lo que en verdad había pasado, así que lo había hecho. Y ahora, después de cometer tamaña barbaridad, se encontraba completamente desprotegido frente a ella. ¿Qué haría aquella muchacha con la información? ¿En verdad podía confiar en que guardaría silencio?
Caminaron por Lastarria hasta llegar donde Vicente había dejado estacionado el auto.
-Gracias por el café.-Dijo Alicia.
-No te preocupes, no es nada.
-Bueno, yo me voy.
-¿No quieres que te vaya a dejar?-Preguntó Vicente sorprendido, hasta aterrorizado.
-No, no vivo lejos de acá. Además la noche está muy linda.
-Y helada...
-Si.- Rió Alicia.-Pero el frío no me molesta. Además no se puede andar en auto por el parque.
-Si quieres te acompaño...-Comenzó a decir Vicente.
-No, gracias, señor Arriagada. Hay muchas cosas en las que tengo que pensar.- Le dijo Alicia con cara seria mirándolo a los ojos.
Vicente sintió como se le erizaron los vellos del cuerpo. El aire se sintió más frío. El ruido de fondo se apagó. El pánico comenzó a carcomerle las entrañas. La miró desesperado y vio que ella estaba sonriendo.
-No te preocupes, Vicente, es tan sólo que quiero estar sola.-Le dijo con una mirada entre compasiva y divertida.-No voy a delatarte.
-Gracias...-Dijo Vicente tras un breve silencio, preguntándose como demonios ella podía hacer eso.
-No me las des, podría hacerlo y lo tendrías merecido.-Contestó Alicia con la voz dura de siempre.
-Lo sé...
-Cuídate, señor Gris.-Le dijo mientras depositaba los labios en su mejilla.
Vicente se quedó mirando como se alejaba. Su paso relajado, su aire de seguridad. Sin darse cuenta se tocó la mejilla donde ella le había dado el beso y, mientras la veía desaparecer entre la gente, se preguntó a que se habría referido ella al decirle señor gris.
No hay comentarios:
Publicar un comentario